obra contemporánea

En abril de 1981 una oleada de disturbios sacudió el barrio de Brixton, al sur de Londres. Durante tres días ardieron treinta edificios y más de cien vehículos, incluyendo cincuenta y seis coches de policía. Cerca de trescientos agentes resultaron heridos, frente a solo cuarenta y cinco manifestantes. Alarmados por la virulencia del estallido, las autoridades se apresuraron a culpar al desempleo y a la cultura callejera de la población negra, pero no era cierto. El acoso de la policía y los ataques de grupos neonazis habían caldeado el ambiente, pero los disturbios iban mucho más allá de las motivaciones raciales. En Brixton se libró la primera batalla de la guerra social que enfrentaría a buena parte de la población contra el gobierno de Margaret Thatcher, que acababa de subir al poder. Como dicen los autores del fanzine, en medio del disturbio nadie reclamó un puesto de trabajo ni desplegó una pancarta quejándose de la elevada tasa de desempleo. Lo que pidieron fue cerillas y gasolina. 

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En abril de 1981 una oleada de disturbios sacudió el barrio de Brixton, al sur de Londres. Durante tres días ardieron treinta edificios y más de cien vehículos, incluyendo cincuenta y seis coches de policía. Cerca de trescientos agentes resultaron heridos, frente a solo cuarenta y cinco manifestantes. Alarmados por la virulencia del estallido, las autoridades se apresuraron a culpar al desempleo y a la cultura callejera de la población negra, pero no era cierto. El acoso de la policía y los ataques de grupos neonazis habían caldeado el ambiente, pero los disturbios iban mucho más allá de las motivaciones raciales. En Brixton se libró la primera batalla de la guerra social que enfrentaría a buena parte de la población contra el gobierno de Margaret Thatcher, que acababa de subir al poder. Como dicen los autores del fanzine, en medio del disturbio nadie reclamó un puesto de trabajo ni desplegó una pancarta quejándose de la elevada tasa de desempleo. Lo que pidieron fue cerillas y gasolina.